jueves, 25 de marzo de 2010

Bien, sin más.

Viviendo, con el fervor de un deseo, la paz de una calada.
Aturdida en el tránsito rutinario entre los escombros de mi alma, ahora, vertidos ante ti.
No dejo de preguntarme en que momento me tomé el derecho de soplar tornados en tu desierto, pero las preguntas son efímeras mientra exista tu sonreír a mi compás.
Bebo, disfruto, hoy no busco más.

lunes, 15 de marzo de 2010

2º de Bachiller

Cuando eres pequeñito parece que el cole nunca va a acabar. Cuando estás en la ESO salir en el recreo a desayunar es un paraíso que nunca llega. Cuando estás en bachiller la selectividad queda lejos, pero cuando estás en Marzo de 2010 a pocos meses de ella, te ves sin darte cuenta saltando un precipicio sin paracaídas en el que la caída lleva su nombre: selectividad.

He oído esa palabra tantas veces éste año que empieza a no significar nada y significarlo todo.
Hasta ahora no me había preocupado mucho pero me doy cuenta que a penas me queda tiempo y he de centrarme, pero ¡YA!.

Por un tiempo soy yo quien debería quedar lejos de Vogue, Playmobil, Refugio, Mae West, mi Parque y demás cafeterías que tanto amo.
¿Seré capaz?.
A mí me falta el aire esos fines de semana en los que no me tomo ni si quiera una tapa, tanto es así que llevo dos años sin faltar ni un solo fin de semana a mi cita con la risa y amigos.
No recuerdo y no sé ni si quiera si he conocido esa sensación de pasar encerrada días y días estudiando sin salir, con 20 llamadas perdidas en el móvil y 50 planes tentadores.

A veces me pregunto si de verdad merezco esa fe que ponen en mí algunos.
Pero, allá vamos. Ya casi estoy sumergida, n picado y sin paracaídas, éste es mi sino durante un tiempo, selectividad, impulsarme y emprender mi verdadero vuelo.
Es la recta final de un año crucial, eso supone un esfuerzo, confío en mí.


Odio no tener tiempo para escribir el cúmulo de cosas que me oprimen el pecho y arañan mi garganta, pero así es el año 2010 para una de la generación del 92.

domingo, 7 de marzo de 2010

Entre rejas

Sábado noche, y lo que esas dos palabras conllevan...

Hállome plaza Einstein, en buena compañía. Caminando dirección "un buen lugar".
De repente, en mi cabeza, surje la "grandísima idea" de recortar el camino tirando por unos portales que comunican dos calles, Einstein con nuestro destino. Allí, frente a la puerta, hacemos como que se nos han olvidado las llaves, así que una señora dá paso, y nosotros, muy seguros, como quien pisa orilla en mitad del océano, damos tres pasos hacia delante y dejamos cerrar la puerta sin más.
No podíamos salir.
No había botón para salir por la otra puerta que nos llevaba al buen lugar, necesitábamos una llave que no teníamos. Así que retrocedimos en nuestros pasos, y con una sobredosis de adredalina absurda, reíamos.
Encerrados, cuáles presos, disfrutábamos.
Como si se tratase de un viaje astral, pasados unos minutos, estábamos fuera. Gritábamos, saltábamos, habíamos escapado.

Tuvimos la suerte de tocar al "30 campana" y que abriesen.

Una gilipollez, ¿verdad?. Pues yo sentí la adredalina flotar por mis venas, subía, bajaba...dentro de mí, bailes, saltos.

viernes, 5 de marzo de 2010

Las olas

Hoy, Viernes, llena de ganas de salir y romper la ciudad con cada pisada pero envuelta en la obligación de estudiar, obligación que dudo cumpla, os dejo con un artículo publicado allá por el 2004, en el País, por Manuel Vicent.

"El mar es sólo un conjunto de olas sucesivas, igual que la vida se compone días y horas, que fluyen una detrás de otra. Parece una división muy sencilla, pero esta operación, incorporada a la mente, ha salvado del naufragio a innumerables marineros y ha ayudado a superar en tierra muchas tragedias humanas. Recuerdo haberlo leído, tal vez, en alguna novela de Conrad. Si en medio de un gran temporal el navegante piensa que el mar encrespado forma un todo absoluto, al ánimo sobrecogido por la grandeza de la adversidad entregará muy pronto sus fuerzas al abismo; en cambio, si olvida que el mar es un monstruo insondable y concentra su pensamiento en una ola concreta que se acerca y dedica todo el esfuerzo a esquivar su zarpazo y realiza sobre el una victoria singular, llegará el momento en que el mar se calme y el barco volverá a navegar de modo placentero. Como las olas del mar, los días y las horas baten nuestro espíritu llevando en su seno un dolor o un placer determinado que siempre acaba por pasar de largo. Cuando éramos niños desnudos en la playa no teníamos conciencia del mar abstracto, sino del oleaje que invadía la arena y contra el se establecía un desafío. Cada ola era un combate. Había olas muy tendidas que apenas mojaban nuestros pies y otras más alzadas que hacían flotar nuestro cuerpo; algunas llegaban a inundarnos por completo con cierto amor apacible, pero, de pronto, a media distancia de nuestro pequeño horizonte marino aparecía una gran ola muy cóncava adornada con una furiosa cresta de espuma que era percibida con gritos sumamente excitados: Los niños nos preparábamos para afrontarla: los más audaces preferían atravesarla clavándose en ella de cabeza, otros conseguían coronarla acomodando el ritmo corporal a su embestida y quienes no veía en ella una lucha concreta, sino un peligro insalvable, quedaban abatidos y arrollados. Con cuánto placer dormía uno esa noche con los labios salados y el cuerpo cansado, abrasado por el sol, pero no vencido. La práctica de aquellos baños inocentes en la orilla del mar es la mejor filosofía para sobrevivir a las adversidades. El infinito no existe, el abismo es sólo un concepto. Las pequeñas tragedias de cada día se componen de olas que baten el costado de nuestro navío. La única sabiduría consiste en dividir la vida en días y horas para extraer de cada una de ellas una victoria concreta sobre el dolor y una culminación del placer que te regale. Una sola ola es la que te hace naufragar. De esa hay que salvarse."

jueves, 4 de marzo de 2010

Miedos.

"Tú no sabes una mierda, el miedo no es una definición, el miedo es un soplo en la nuca que te deja sin sangre, que te convierte en un pelele, el miedo..."

¿Cuánto pesa el miedo? ¿Cuánto me pesa el miedo a tener miedo?
Ya conocía la locura inestable
que me caracteriza, y en parte, suelo añorarla si me falta porque me hace sentirme viva, pero, he de reconocer que necesito un stop; es mi turno, debo olvidar a todo aquel que no quiso quererme, para hacerlo yo misma.
El miedo decide jugar contra mis sentidos y me declara, una vez más, Guerra Sentimental. Noto a mis latidos pelear, perder el ritmo, recuperarlo con más fuerza, los noto sangrar, sudar, llorar. Noto la lucha en mi interior, y duele.

Quizá me estalle el alma, el corazón, en una de estas partidas al Risk. Yo sigo pensando que no siempre la retirada a tiempo es más victoria que una derrota envuelta en sudor. El sabor de no haberlo intentado me es tan amargo...