sábado, 28 de agosto de 2010

Bla, bla, bla.

Te arrastras por el pasillo, divagando, hacia tu cama. Te desprendes de la ropa, con desgana. Como un robot, te dejas caer sobre el colchón, intentando dejar la mente en blanco, o en rojo, amarillo, o verde, me da igual, pero sin el tú. Intento en balde.
Esta noche hace calor pero abrazas las sábanas arropándote, con todas tus fuerzas, como si te sintieses más segura, totalmente protegida por un mísero trozo de tela.
Miedo, debe ser miedo. Dos, quizá tres, vueltas sobre mí misma, buscando una postura cómoda, una postura que no existe, porque el alma no entiende de comodidades.

Nunca me he considerado valiente, tampoco cobarde, pero a veces el miedo fluye, alimentándome. Es humano, supongo. El mundo no suele ser empático, es fácil hablar, opinar, conocer la teoría, pero el mérito reside en otra historia.
Pensando, he llegado a la conclusión de que establecerse metas no es lo más idóneo, quizá sea mejor dejar la vida fluir, sin rendirse, dejar que todo siga su cauce, lo que ha de ser, será. No establecerse metas no implica no luchar, implica luchar sin obsesionarse, sin obligarse a.
Me jode, me jode que el mundo se dedique a establecer parámetros, límites. No has llorado la historia pero hablas de lo que consideras ético en ella, de lo que no. No hay coherencia en la guerra, y menos en una sentimental. Silencio, pido silencio, respeto.
Tú no has llorado mi historia, tú no has sangrado mi herida.

¿Quién osa a pesar el dolor de una lágrima?

Intentaremos dormir, aunque sea por rutina.

jueves, 26 de agosto de 2010

Morir sin odio

No sé lo que es el odio pero si tuviese que definirlo creo que diría que el odio es un veneno que pudre al que lo late.
Nada es nuestro ni nada no lo es, no sé si me explico. No quiero poseer nada en esta vida, porque ello implica deberes, deberes que no soy capaz de cumplir. Me odio, y sí, debo estar envenenada por ello.
Yo, quiero vivir desnuda. Quien nace gilipollas, muere gilipollas. Yo, fui, y soy, una de esas que nacen como tal, y mueren, sin haber aprendido, como tal.
¿Qué día naciste tú? A veces no sé que día nací, aunque conozco bien la fecha de mi muerte. Para mí nacer es el primer día en que te paras a pensar en lo feliz que eres, y vives, perdidamente cegado de felicidad.
Exagero, probablemente, más de la cuenta. Siempre, todo, lo bueno y lo malo, es demasiado dentro de mí.

Por cierto, al margen de todo esto, hoy, quería recordarme a mí misma que mi vida se escapó en aquel último beso.

domingo, 8 de agosto de 2010

Sin sentido, sin olvido y sin ti.

No me necesitas, pero por favor, no lo repitas.
No lo repitas más.
No vas a llamar, te conozco.
Llevas razón, estoy enloqueciendo, siento que cada canción grita tu nombre, cada línea de lo que leo y cada bocanada de aire que respiro.
No debería emborrachar mis ideas, todo el día dándole vueltas, no, no debería porque eres así, desapareces, como cada gota que resbala por mi piel y se evapora. Apareces, como una estrella fugaz una noche mirando el cielo desde la arena. Apareces, desapareces, apareces, desapareces, como en mi mente cada minuto. Apareces porque no es fácil renunciar al pasado, desapareces porque aspiras a un futuro mejor, es decir, lejos de mí.

Olvido, olvido no son un "puñao de letras", olvido es la accion de borrar lo que más has amado, olvido es hermano gemelo de imposible. Dicen que imposible no hay nada, aunque yo siga sin encontrar posibilidad de olvido y, en caso de que sea cierto, no sea por ser imposible (ya que nada lo es).
No sé si te busco en mis planes, pero te encuentro. No eres obsesión, no eres droga, eres imprescindible, y con esto me refiero a que no puede vivir un humano sin agua, y tú serías mi hache, mi dos, y mi o. En otros términos, yo sí te necesito, y tú no pedirás que no lo repita porque nisiquiera lo sabes, por más que lo grite. Oídos sordos, oídos sordos siempre a lo que no quieres oír. No, no es egoísta por tu parte, es inteligente.
Y no, no es inteligente por mi parte, es egoísta. No me entiendo, yo quiero dejarte volar libre pero no soy capaz. Incapaz. El incapaz sabe que lo es, sabe que debe capacitarse, y no lo consigue, pero creo que el incapaz suele intentarlo para llegar a la conclusión de que, efectivamente, lo es. Me defino como incapaz, pero me defino así tras haberlo intentado, así que, cierto es que es egoísta por mi parte seguir amándote pero supongo que al menos lo intenté, intenté aceptar que tú eres capaz.


PD: No sé si alguien habrá captado mis palabras. Ésto no es más que un torbellino de ideas que me incapacitan a sonreír plenamente. ¿Ideas? En realidad, no recuerdo llamar "ideas" a mis problemas, pero en fin, como digo, escribo sintiendo lo que digo pero sin pensar en la coherencia, porque la coherencia no habita en mis ideas, ni en mis problemas.
Desde la playa, un abrazo a quien lea.

jueves, 5 de agosto de 2010

Playa.

Cierro ese libro.

Está claro que David Martín está enamorado de Cristina Sagnier, pero imagino que

nunca estarán juntos. David Martín se esconde junto a Ignatius B. Samson, que es él mismo. Da igual, es un libro más, me digo a mí misma como quitándole importancia al hecho de haber comprado esa historia que a veces grita mi vida, y eso, que lo cogí al azar. Alzo la vista, aún con el libro en la mano y evado mi mente.

Ya huele a sal, el sol acude siempre puntual a su cita y se esconde tras su montaña, dejándonos sus últimos rayos débiles, luz tenue, insinuando “cortesía de la casa”.

El mar y el cielo se abrazan al fondo, ambos en calma, como sin miedo, dibujando una línea de sueños inalcanzables: horizonte. El mar y el cielo hacen el amor hasta fundirse en un mismo azul, un azul que cualquier tempestad podría calmar.

Cierro los ojos, imagino, quisiera caminar como un trapecista sobre esa línea que llaman horizonte, tentar la gravedad sobre ella y reírme del mundo, como una cría chica, desde allí, desde esa línea dibujada, reírme de todo lo bueno, reírme de todo lo malo. Bailar sobre ella, tentando mi suerte, guiñándole a la vida.

Intento dejar de soñar, imaginar, delirar. Vuelvo en mí. Aprecio como las gaviotas aprovechan que el gentío regresa a casa, nadan y picotean, es su turno. Sigo mirando esa línea, quiero llegar hasta allí, sin pensar me desprendo de mi camiseta, corro, salto, estoy bajo el azul. Es la hora de cenar, ahora puedo salpicar agua al agua sin que se queje el hombrecito del bañador Ralph Lauren, puedo nadar sin preocupación de mojar a la señora del sombrero con gafas que hace como que nada; y lo hago, me siento libre. En la orilla queda algún loco bohemio más, alguna pareja enamorada discutiendo sobre el nombre de esos niños que, tristemente, nunca tendrán, o quizás sí.

Un perro, corre, corre como si fuese la última vez que lo hiciese. Al igual que yo y que las gaviotas, él también aprovecha, es su turno.

Nado sin rumbo como con ansias de encontrar otro mundo, encontrar una excusa para desaparecer de este. Mis labios saben a sal, son lágrimas. Siento como me inundo de recuerdos, los lloro y no me importa. Me sumerjo, hasta tocar la arena con mis manos, y pienso en enterrarlos allí, ojala fuese así de fácil. Pero, estoy feliz.

Salgo a la superficie y sonrío, vivir es bonito, recordar también. Imaginar aún más.

domingo, 1 de agosto de 2010

Las maletas en la puerta.

Digamos que hemos llegado al eje donde comienza casi la "recta final".
Agosto, siempre pasa rápido, fugaz. No quiero apostar por él ni crearme falsas y altas expectativas para decepcionarme después, me conformo con vivirlo en calma, por conformista que os suene, creo que ha llegado el momento de aceptar que necesito un respiro, que toda guerra merece tregua. Yo debería concederme una.

Me voy, para bien o para mal, me voy. Y aunque todos me lo aconsejéis, yo no voy a dejar los problemas en casa porque no quiero encontrármelos al llegar, así que, me voy con ellos en la maleta, eso sí, prometo intentar resolverlos.