lunes, 15 de noviembre de 2010

Un placer.

Cuando la ciudad ya está apagada y los bares han cerrado, con la magia de sus sonrisas dentro,
vuelve a casa.
Vuelve cuando las calles desérticas arropan mares de dudas, y los mares de dudas inundan su vida. Ella, vuelve a casa en ese momento en el que el dorado de farolas y Sol se unen, y cuando las farolas se adormecen lentamente hasta apagarse, se duerme. O finge hacerlo, no lo sé.
Sus pisadas son música para aquel mendigo que la observa desde lejos porque el frío le impide dormir, son música, para el loco que sea capaz de despedirse sin mirar atrás, sin concederse ese último vistazo a su caminar. Última calada de oxígeno. Hasta la próxima.

Ella, es la chica más guapa del baile, la más rebelde de su casa, la más. Pero, no lo sabe.
Es inestable porque baila con la vida. A mí a inestable no me gana nadie, y le pido que me conceda un baile, aunque tropecemos, porque tropezar es tan bonito como quieras que sea, y ella se ríe, como quien subestima un viaje a Marte.

Y te mira, cuando no la ves.

A veces vuela, a veces se corta las alas, a veces la entiendes, y a veces no.
Vive en calma o vive en éxtasis, pero da igual, tú querrás siempre más, ella es pura droga.

Clava sus pupilas en las tuyas, y entonces puedes despedirte del deber porque no te queda más salida que dejarte llevar con la marea de sus ojos, abandonarte a su suerte, que ya es un placer.
Ella también se enamorará alguna vez, creo, y se dejará enamorar alguna que otra más.
Es una chica dura para el mundo, aunque, para ella, lo duro es el mundo. Y como es duro, tú te abrazas muy fuerte a ella, y vuelves a abandonarte a ti mismo. Y Ahora, para ti, lo duro es volver en ti.

Le brillan los labios casi tanto como los ojos, aunque no sé si al mismo nivel que la sonrisa. No quiero que le brillen las lágrimas, pero sé que a veces llora penas con nombre y se moja los pies, y moja al mundo porque con el mundo a sus pies vuelve a casa, después de dejar ronco al rock.


Pero ella no lo sabe. Y es la más guapa del baile, joder, y no lo sabe.

Y sus lunares son las coordinadas que marcan el camino de tu locura, pero, ahora, el placer es enloquecer.
 
Y tú encima de cualquier barra de bar te bebes la octava última copa, y te llenas de preguntas en cada trago.

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